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martes, 6 de julio de 2010

Proyecto de investigación, tema: Instituciones de salud y reglamentos de higiene en el Porfiriato.

Título.

Instituciones de salud y reglamentos de higiene, elementos vitales para el desarrollo científico mexicano, clave del proyecto de nación del régimen Porfirista.

Objetivo.

En el Porfiriato había un proyecto de nación, era necesario atender las necesidades sanitarias de la sociedad, pero se especula si el objetivo era la limpieza de la capital o una verdadera preocupación en la salud de los gobernados. Las enfermedades mermaban el trabajo y la producción, generaban una imagen inhóspita de las ciudades y afectaba el comercio exterior.

La ciencia jugó un lugar importante durante este periodo (1876 -1910), México se involucró en concursos científicos internacionales y nacionales, acudió a convenciones donde se exponían las nuevas tesis, estadounidenses y europeas. Las nuevas ideas permitieron la reestructuración o creación de instituciones de salud y medidas profilácticas.

Una de las características principales del periodo porfirista es la gran inversión extranjera en el país, por tanto debía venderse la imagen de ciudad moderna preparada para epidemias. Los lugares públicos debían estar limpios, libres de personas enfermas pidiendo limosna y ebrios, también el alcoholismo fue una de las enfermedades que debilitaba el bienestar comunal. De esta forma, el gobierno tenía la responsabilidad de mostrar un ambiente benéfico para los negocios extranjeros, así que se crearon instituciones de atención a pacientes e investigación médica.

Este estudio pretende mostrar las prácticas de salud e higiene que eran impuestas a los habitantes, así como la implementación de institutos, especialmente en la Ciudad de México y consejos que salvaguardaban las medidas de sanitización. Estas acciones van de la mano con el impulso científico que se dio en el Porfiriato.

Si bien, la temática ha sido abordada por diversos autores, considero que es necesario prestar atención a la historia de la ciencia en México, ya que nos puede brindar información sobre aspectos políticos, culturales y sociales.

Cómo ha sido abordada la temática.

Una de las obras importantes para el estudio del Porfiriato es la obra del historiador Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México. En el tomo IV, hay un capítulo referente a la “Morbilidad”, que es la cantidad de personas que enferman o mueren en un lugar determinado, muestra un Catálogo de enfermedades en el que se exponen las patologías que ponían en jaque la estabilidad comunal y marcaban la decadencia del estado mexicano.

En el texto se exponen enfermedades como paludismo, tuberculosis, tifoidea, viruela, entre otras, se muestran índices de mortandad y regiones de incidencia. Cosío Villegas expone su metodología para obtener dichos datos (duros) “El cálculo se hace multiplicando por 1,000 el número de defunciones de menores de un año, causadas por la enfermedad de que se trate en un año dado, y dividiendo luego el resultado entre el número de nacidos vivos de ese mismo años”[1].

Hay referencias hacia las instituciones como: la Academia de Medicina, Instituto Patológico Nacional y el Consejo Superior de Salubridad. Para la investigación es importante la mención a los concursos de investigación científica con el fin de encontrar el origen y la inmunización de algunas enfermedades que aquejaban a la sociedad. La asistencia de médicos mexicanos es prueba de la atención del gobierno federal hacia el saber. Destaco:

El gobierno destinó 80,000 pesos para combatir la epidemia, y al agotarse la cantidad extraordinaria se prosiguió la campaña con los recursos propios de cada dependencia. Por su parte, el Instituto Patológico Nacional estableció tres premios: dos de 20,000 pesos para las personas que descubrieran el origen y la inmunización del tifo, y uno de 10,000 para sus auxiliares cosa que da una idea del temor que despertaba esta enfermedad entre los habitantes de la Capital. [2]

En el capítulo no hay referencias al pie de página de las fuentes consultadas, por tanto se puede reflexionar sobre la credibilidad de la investigación, sólo hay citas de diarios, como El Imparcial y Siglo XIX. Podemos utilizar la obra de Cosío Villegas, pero es necesario confrontarla con otra fuente.

Claudia Agostini, se ha dedicado al estudio de la ciencia en México, en especial el área de Medicina de finales del siglo XIX e inicios del XX. Sus obras son diversas, realiza investigación sobre patologías, instituciones, médicos y parteras.

Argumenta que la sanitización de la sociedad y su ámbito va de la mano con la urbanización, cuidado de la salud pública y legislación, de esta forma es explícito un proyecto de nación. El sector de los profesionales de la medicina estaba relacionado con el poder político, siendo indispensable su participación en “la planeación, construcción y supervisión de grandes obras de infraestructura sanitaria como, por ejemplo, el desagüe del valle y de la ciudad de México; la redacción y emisión del primer Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos (1889)”[3]

En “El arte de curar: Deberes y prácticas médicas porfirianas” se realiza un análisis de la consolidación de la profesión médica durante este periodo, y se reconocen los estatutos de su ética y profesión. Lo cual nos lleva a considerar que se estaba construyendo la concepción de la Medicina como ciencia y por tanto cambiaba la perspectiva de los nosocomios, dejando de ser sólo un lugar para la recuperación o el buen morir, sino una institución con nuevas tecnologías, sinónimo del progreso porfiriano y con el fin de beneficiar la salud pública y consolidarse como un Estado Moderno.

A diferencia de Daniel Cosío Villegas las fuentes que Claudia Agostini consulta son citadas en su trabajo, confronta a los autores y utiliza textos contemporáneos y de primera mano, así como novelas de la época, como es el caso de Pacotillas del doctor Porfirio Parra. Los dos autores recurren a las fuentes hemerográficas, Cosío a El Siglo XIX y El Imparcial, Agostini a El Hijo del Ahuizote.

Para el historiador Antonio Santoyo el estudio del proceso de institucionalización en el Porfiriato radica en iniciativas de adquisición que el Ministerio de Gobernación realizaba para equipar asilos y hospitales. Señala:

El Ministerio de Gobernación, encargado de los asilos y hospitales de la capital, llevó a cabo en los primeros años ochenta una evaluación sistemática – aunque con deficiencias de planeación, claridad y homogenización de criterios y con relativa improvisación – de los avances realizados en otros países, a través de funcionarios diplomáticos y enviados especiales. Ellos transmitieron desde Alemania, Francia, España y Estados Unidos, a partir de 1882, información muy detallada referente al equipamiento y organización de hospitales públicos, privados o en manos del clero.[4]

El párrafo citado expone un proyecto nacional el cual busca el progreso tecnológico de los nosocomios y una política abierta a las propuestas extranjeras, ya que distintas empresas europeas ofrecieron importar equipo médico y tecnología.

La investigación de Antonio Santoyo parte de elementos como las prendas, lavado de la ropa hospitalaria y material quirúrgico para poder explicar la ambición del régimen para poder consolidarse como un Estado Moderno, de acuerdo con sus nuevas instalaciones. No se quería depender de empresas exteriores para adquirir los muebles necesarios para los sanatorios, el autor explica que se instauraron talleres nacionales que se dedicaban a la fabricación de instrumentos quirúrgicos, mobiliario de hospitales y enseres terapéuticos. Los talleres estuvieron bajo la organización y enseñanzas de la familia Toussaint, extranjeros.

Este texto cuenta con pocas fuentes para su investigación, tal vez dependa de la temática innovadora, y la metodología, porque a partir de objetos se puede explicar el avance científico e institucional de las prácticas a favor de la salud de la sociedad mexicana.

Natalia Priego, historiadora realizó un artículo sobre la discusión científica acerca del origen de la tifoidea, titulado como “El piojo inocente o culpable? Una controversia científica en el Porfiriato”. En primera instancia ilustra la creación de instituciones durante el gobierno de Díaz y el impulso científico, como: concursos de investigación médica y congresos a los que asistió una delegación mexicana de científicos.

Dar importancia a los avances de la ciencia y poder establecer relaciones intelectuales con otros países era objetivo de Díaz. Priego señala que: “[…] abriría la posibilidad de dar al país una apariencia de civilidad ante el resto del mundo. Para Díaz la ciencia y su desarrollo harían posible la inserción de México en el grupo de países modernos, con la vista puesta en Europa, específicamente en Francia.”[5]

La autora sólo nos muestra el nombre de la nuevas instituciones y el año de inauguración, destaca: el Instituto Médico Nacional en 1888, Instituto Patológico en 1896 y el Instituto Bacteriológico Nacional en 1905, hace mención del Museo Anatomo – Patológico dirigido por el doctor Rafael Lavista.

La temática central del artículo radica en la discusión de la bacteria causante del a fiebre tifo, Porfirio Díaz, pidió a la Secretaría de Instrucción Pública lanzara una convocatoria para establecer las determinantes de la patología mencionada. Dicho debate se llevó a cabo entre dos institutos mexicanos, el Patológico y Bacteriológico.

Una de las fuentes utilizadas por Priego es la tesis del médico francés Charles Nicolle quien establecía que el animal causante de la enfermedad era el piojo, por tanto se confrontan los argumentos de los científicos mexicanos con los Nicolle.

Podemos concluir que una constante de los cuatro autores es considerar la promoción de la investigación científica como el camino hacia el modernismo mexicano, así como carta de presentación para el extranjero. Hay variedad en las herramientas documentales, por ejemplos periódicos de la época y textos de Eduardo Liceaga, médico reconocido durante el régimen, así como artículos contemporáneos a Agostini, Santoyo y Priego.

Hay una diferencia en los textos, el primero busca ofrecer un panorama de las enfermedades, el segundo realiza una disertación sobre la profesión médica, el tercero sobre el equipo de sanatorios y finalmente el cuarto sobre una discusión científica entorno a la fiebre tifo.

Considero que hay una diversidad en las fuentes, de tal forma que es necesario partir de la idea de creación de instituciones y reglamentos de higiene como un proyecto de nación, pero con el fin de beneficiar a la salud pública, no sólo de una élite. Sí, los médicos formaban un gremio relacionado con la política y clases altas, pero también eran empleados en hospitales y asilos de beneficencia.

Metodología.

Considero como propuesta metodológica para una investigación que involucra a la ciencia como tópico principal la Estructura de las Revoluciones científicas[6] de Thomas Khun. Se propone el estudio de la transición de ciencia normal a ciencia extraordinaria, proceso que rompe o desarrolla conocimientos.

La ciencia normal es una actividad o conjunto de saberes que cumplen con éxito sus funciones en el devenir humano, ya sea en la física, química o medicina. La llegada de situaciones novedosas que pone en crisis los paradigmas científicos lleva a los estudiosos a formular nuevas teorías.

No en todos los casos los paradigmas tienen que ser revocados, sino se puede trabajar a partir de la tesis establecida, poniéndose en juicio la existencia de una revolución científica y así la transición de ciencia normal a extraordinaria. Dentro de este proceso podemos discernir cuatro etapas para apoyar o refutar nuestra hipótesis:

1. Reconocimiento de las anomalías.

2. Desarrollo de grupos de ideas alternativos.

3. Identificación de escuelas de pensamiento.

4. Dominación de las nuevas ideas.

Hipótesis: ¿Durante el Porfiriato (1876 – 1910) se llegó a una revolución científica o se trabajó sobre los paradigmas (entendiendo éste término como las instituciones científicas del siglo XIX)? El objetivo es que la explicación esté en relación con la salud pública, no sólo en beneficio de las clases altas.

De acuerdo con este esquema podemos realizar un posible capitulado de nuestro proyecto de investigación.

Reconocimiento de las anomalías: Patologías y epidemias imperantes en la sociedad mexicana de finales del siglo XIX e inicios del XX.

Desarrollo de grupos de ideas alternativas: Congresos de Médicos mexicanos y concursos científicos mexicanos.

Identificación de escuelas de pensamiento: Instituciones de investigación médica y de atención a la salud pública creadas durante el Porfiriato.

Dominación de las nuevas ideas: Prácticas de salud e higiene en materia legislativa: Primer Código Sanitario para el Distrito Federal y Territorios Federales.

Conclusiones. Resultados de la hipótesis.

Balance historiográfico.

Fuentes bibliográficas:

· Agostini, Claudia, “El Arte de curar: Deberes y prácticas médicas porfirianas” en Modernidad, tradición y alteridad: la ciudad de México en el cambio de siglo (XIX-XX), Agostini Claudia y Elisa Speckman, México, UNAM/IIH, 2001, p. 97 – 111.

El texto muestra cuales eran los estatutos de la ética profesional de los médicos, la exigencia del prestigio moral del gremio. Los médicos eran considerados hombres de ciencia, precepto que va de la mano con el positivismo, ideología imperante en la parte final del Porfiriato.

· _______________, Monuments of progress. Modernization and public health in Mexico City, 1876-1910, Calgary, University of Calgary Press/University Press of Colorado/Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003, 228 páginas.

Nos muestra el panorama de la ciencia médica en el México porfirista, nos ilustra el comportamiento de los médicos, epidemias y objetivos institucionales en materia de salud pública. Aborda las prácticas de higiene que eran necesarias para el control social y el proceso del México decimonónico, al moderno.

· Cházaro, Laura, editora. Medicina, ciencia y sociedad en México, siglo XIX. México, El Colegio de Michoacán, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2002, 335 páginas.

La obra consiste en el reconocimiento de los procesos o métodos de investigación suscitados en el siglo XIX para consolidar la medicina como una ciencia.

· Cosío, Villegas Daniel, “La Morbilidad” en Historia Moderna de México, México, Hermes, 1973, tomo IV, p. 52 – 82.

Se muestra como Catálogo de Enfermedades, patologías con mayor incidencia en el Porfiriato, como: diarrea, enteritis, paludismo, tuberculosis, tifoidea, entre otras. También se expone la creación de instituciones de salud, así como de brigadas sanitarias y concursos científicos. Otra parte del contenido es una disertación sobre el pulque y reglamento para la sanitización de la sociedad.

· Fajardo Ortiz, Guillermo, Et. Al., “Surgimiento y Desarrollo de la Participación Federal en los Servicios de Salud. Una Revolución en el saber y la práctica médica, 1902 – 1910”, Perspectiva histórica de Atención a la Salud en México, 1902 – 2002, México, Organización Panamericana de la Salud / UNAM, 141 páginas.

El texto nos muestra los espacios públicos diseñados para atender los problemas físicos y mentales de la Población: el Hospital General en 1905 y La Castañeda en 1910. También se considera la presencia mexicana en la Convención Sanitaria de Washington y las conclusiones de la misma en el texto: Convención Sanitaria Interna de las Repúblicas Americanas .También plantea la reforma constitucional en materia de salud en 1908.

· García de Alba, Javier, Et. Al., Apuntes historiográficos para la Escuela de Medicina de la Universidad de Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara, 1993, 140 páginas.

Es un texto de historia regional, pero su importancia radica en la profesionalización y reforma de la Medicina durante el Porfiritato. Esta lectura puede ser de gran apoyo en el estudio de la ética e imagen de los profesionales de la salud.

· Santoyo, Antonio, “Burócratas y Mercaderes de la Salud. Notas sobre política gubernamental e iniciativas empresariales en torno al equipamiento y los servicios hospitalarios, 1880 – 1910”, en Modernidad, tradición y alteridad: la ciudad de México en el cambio de siglo (XIX-XX), Agostini Claudia y Elisa Speckman, México, UNAM/IIH, 2001, p. 77 – 95.

El artículo es una exposición de las medidas que tenían que ser tomadas en cuenta para organizar hospitales y asilos, en cuestión de muebles, utilería y prendas de los pacientes. Los modelos a seguir eran instituciones de salud en el extranjero, en especial de Francia. Distintas empresas extranjeras ofrecían sus servicios al Ministerio de Gobernación, también se contrataba a empresas locales y empleados de los hospitales para la elaboración de muebles, prendas o instrumentos quirúrgicos.

Fuentes hemerográficas:

· Alanís – Rufino, Mercedes, “Una cuestión de parteras y médicos. Mujeres en el Hospital de Maternidad e Infancia en la Ciudad de México, 1861 – 1905”, en Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de Medicina de la Medicina, vol. 12, núm. 2, p. 63 -68.

El Boletín Mexicano… es una publicación de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de México.

En torno a la atención de las parturientas en el Hospital de Maternidad e Infancia se debatía si debían ser atendidas por médicos o enfermeraa – parteras. En la Escuela de Medicina se estableció una clínica complementaria de Obstetricia con el fin de capacitar a mujeres para ser parteras bajo la reglamentación del 24 de marzo de 1892.

· Agostini, Claudia, “Médicos científicos y Médicos Ilícitos en la Ciudad de México durante el Porfiriato” en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, vol. 19, Martha Beatriz Loyo (editora), México, UNAM/IIH, 1999, 148 páginas.

Se revisan los estatutos que dan legalidad a médicos cirujanos, farmacéuticos y parteras, quienes para ejercer necesitaban un título expedido por la Escuela Nacional de Medicina. Había un Código Penal en el que se establecían las multas a “charlatanes y curanderos” que pretendían ser hombres de ciencia y en realidad eran médicos ilegales. También se hace una relación gremio médico – poder político, por tanto los derechos de los profesionales de la ciencia eran defendidos.

· Orozco Ríos, Ricardo, “Temas médicos y sanitarios en el Porfiriato” en Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina, vol. 5, núm. 2, 2002, p. 10 – 14.

En este artículo podemos encontrar las instituciones que surgieron con el inicio del Porfiriato, así como los Congresos médicos en los que participaron científicos mexicanos. Se abordan la postura tomada hacia la epidemia de cólera morbus en Europa, así como las medidas de protección expuestas en el Primer Código Sanitario para el Distrito Federal y Territorios.

· Rodríguez de Romo, Ana Cecilia, “Los médicos como gremio de poder en el Porfiriato”, en Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina, vol. 5, núm. 2, 2002, p. 4 – 9.

Es una disertación con tintes ontológicos sobre los médicos, estableciendo que eran un gremio de poder y parte de la comunidad científica positivista. Se aborda el tópico de institutos de salud y profesionalización de la carrera, así como la organización de la medicina tropical en beneficio de las metrópolis que exploraban o dominaban sus colonias en donde imperaba ese clima.

· Sánchez Rosales, Gabino, “El Hospital General de México: Una historia iconográfica, en Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina, vol. 5, núm. 1, 2002, p. 16 – 24.

El Hospital General inaugurado en 1905, fue un proyecto con el fin de establecer un ícono del México Moderno y atender las necesidades sanitarias de la sociedad. Este trabajo quiere mostrar la actividad conjunta del doctor Eduardo Liceaga y el ingeniero Roberto Gayol quienes incorporaron elementos científicos en la gran obra. Cabe destacar que este artículo tiene como base de investigación fotografías de la época.

Fuentes electrónicas.

· Priego, Natalia, “El piojo ¿inocente o culpable? Una controversia científica en el Porfiriato, en Horizontes Bragança Paulista, vol. 22, núm. 2, julio - diciembre 2004, p. 233 – 240, en www.saofrancisco.edu.br/edusf/...04/.../hor-11%5B6272%5D.pdf [Mayo 29, 2010].

La importancia del artículo de la revista de la Universidad de Francisco en Portugal radica en la explicación sobre la formación de espacios para la salud, así como el Instituto Médico Nacional, Instituto Patológico, Instituto Bacteriólogo nacional y el Instituto Antirrábico.

La temática central es el concurso científico para conocer el germen de tifoidea y su inmunización.

· Vega y Ortega Baez, Rodrigo Antonio, “La óptica metodista en la divulgación de la medicina científica. El Abogado Cristiano Ilustrado, 1877, 1910, en eä, vol. 1, núm. 2, diciembre 2009, http://www.ea-journal.com/art1.2/Optica-metodista-en-la-divulgacion-de-medicina-El-Abogado-Cristiano-Ilustrado.pdf [Mayo 31, 2010]

El Abogado Cristiano Ilustrado fue una publicación de la Iglesia Metodista Episcopal de México, se divulgó durante el Porfiriato. La temática era exponer los conocimientos médicos de la época, pero unido con sus creencias religiosas. Consideraban que había información de la nueva ciencia la cual era pecaminosa, así que era necesario instruir a los feligreses en el terreno científico. Otro de los propósitos era combatir el tabaquismo, alcoholismo y reforzar las prácticas de higiene.

Archivos.

· Archivo Histórico de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.

- Consejo Superior de Salubridad.

- Fondo Escuela de Medicina y Alumnos.

- Bandos impresos.

· Archivo Histórico de la Secretaría de Salud. Fondo Salubridad Pública.

- Fondo de Salubridad Pública.

- Fondo de Beneficencia Pública.

- Fondo de Hospitales y Hospicios.

- Bibliohemetoteca del Archivo Histórico.

Contienen títulos, exámenes, autorizaciones, acusaciones, reglamentación, cátedras, Comisiones de vacunación o higienización.



[1] Daniel Cosío Villegas, “La Morbilidad” en Historia Moderna de México, México, Hermes, 1973, tomo IV, p. 56.

[2]Daniel Cosío Villegas, “La Morbilidad” en Historia Moderna de México, México, Hermes, 1973, tomo IV, p. 66.

[3]Claudia Agostini, “El Arte de curar: Deberes y prácticas médicas porfirianas” en Modernidad, tradición y alteridad: la ciudad de México en el cambio de siglo (XIX-XX), Agostini Claudia y Elisa Speckman, México, UNAM/IIH, 2001, p. 99.

[4]Antonio Santoyo, “Burócratas y Mercaderes de la Salud. Notas sobre política gubernamental e iniciativas empresariales en torno al equipamiento y los servicios hospitalarios, 1880 – 1910”, en Modernidad, tradición y alteridad: la ciudad de México en el cambio de siglo (XIX-XX), Agostini Claudia y Elisa Speckman, México, UNAM/IIH, 2001, p. 80.

[5]Natalia Priego, “El piojo ¿inocente o culpable? Una controversia científica en el Porfiriato, en Horizontes Bragança Paulista, vol. 22, núm. 2, julio - diciembre 2004, p.1, en www.saofrancisco.edu.br/edusf/...04/.../hor-11%5B6272%5D.pdf [Mayo 29, 2010].

[6] Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo de Cultura Económica, 2ª edición, 2004, 351 páginas.

viernes, 28 de mayo de 2010

Pecadores y Mártires. Escenario Apologético de La Familia Enferma y El Libro Rojo.


I. Presentación.

El Libro Rojo y La Familia Enferma son dos obras publicadas en la segunda mitad del siglo XIX en México. El objetivo de este análisis historiográfico es la confrontación de los textos paradigmáticos de dos grupos políticos: liberales y conservadores.

En el análisis de texto podemos recurrir a la interpretación del discurso, la lectura entre líneas o los elementos significativos, palabras o situaciones que marcan la diferencia de las distintas formas explicativas. Jacques Derrida, filósofo francés propuso el método deconstructivo, en el cual, conceptos, símbolos o coyunturas históricas forman parte del devenir humano y trascienden en la obra histórica. A la par de las ideas derridianas este estudio será dirigido.

La escritura de las dos obras está compuesta por hechos significativos, un discurso histórico y político. En cada arenga se defienden o derrocan ideales, da pauta a una respuesta en forma de contra discurso, esto forma un “juego libre de diferencias”. Una elucidación de deconstrucción expone:

“El texto no es sencillamente el texto escrito (en sentido tradicional), sino que abarca una <> mucho más compleja y amplia. Texto es un término que se puede intercambiar con el de la escritura como ámbito general de los signos: es juego libre de diferencias”.[1]

Ambos textos serán confrontados en tópicos específicos, los cuales son: Batalla de Tacubaya (abril 11, 1859), Construcción de la imagen del general José Santos Degollado y Religión: Fe e Institución, perspectivas liberales y conservadoras. Los temas fueron elegidos por tener una dinámica coincidente de problematización en ambas obras. A partir de esta división podemos comprender las dos ideologías imperantes mediante la interpretación de códigos significativos acerca de un suceso histórico, un personaje liberal y religión.

El objetivo primordial no es establecer una verdad absoluta, sino comprender las perspectivas historiográficas de cada bando político, ser partícipe de la exposición del código de ideas y el contra discurso. Cada obra defiende sus acciones, critica o lleva a juicio las contrarias dentro de un escenario maniqueo, o de apoteosis, drama o apología.

La primera parte tiene como contenido la biografía los autores: Ignacio Aguilar y Marocho quien escribió La Familia Enferma y Manuel Payno, Vicente Riva Palacio y Juan A. Mateos, quienes realizaron El Libro Rojo. En el segundo apartado se expondrán las dos opiniones u omisiones sobre lo acontecido en la Batalla de Tacubaya.

El tercer punto de confrontación es sobre el general José Santos Degollado, héroe y mártir de los liberales, pero enemigo de la iglesia y la propiedad privada, según Aguilar y Marocho. Finalmente, se evidenciará el catolicismo de ambos bandos políticos. Constantemente se mostrarán los enunciados apologéticos y apoteosis de los personajes y el texto de las diferencias.

II. Autores y Presentación General de la obra.

Manuel Payno, nació a la par del surgimiento del movimiento independentista de Miguel Hidalgo, 1810. Su vida profesional se desarrolló en el ejército y el Ministerio de Hacienda, cargo que ocupó tres veces, bajo el gobierno de José Joaquín de Herrera, el interinato y presidencia constitucional de Ignacio Comonfort[2]. Fungió como secretario del general Mariano Arista en el Ejército del Norte, teniente coronel en la Secretaría de Guerra[3]

Payno fue literato, historiador y administrador del fisco, es necesario para reconocerlo como un personaje histórico, el “liberal moderado que participó por convicción en el golpe de estado de diciembre de 1857”[4], apoyando al primer presidente bajo la Constitución del año citado, Ignacio Comonfort.

El autor de Los Bandidos de Río Frío también destacó como representante diplomático de México en las naciones de América del Sur. En 1863 fue encarcelado por los conservadores y puesto en libertad con la llegada del emperador Maximiliano. En la República Restaurada fue electo diputado de Tepic.[5]

Entre sus obras destacan: Los Bandidos de Río Frío, El fistol del diablo, Compendio de la historia de México, Memorias e impresiones de un viaje a Inglaterra y Escocia, Cuentas, gastos, acreedores y otros asuntos del tiempo de la intervención francesa y del imperio (1861 – 1867) y México y sus cuestiones financieras con Inglaterra, la España y la Francia.

Vicente Riva Palacio, militar y escritor. Nació en 1832, su abuelo materno fue Vicente Guerrero, su familia paterna consiguió prestigio social con la alianza matrimonial de Mariano Riva Palacio y Guadalupe Guerrero. Mariano fue hacendado y eminente político, presidente de Ayuntamiento de México, ministro de Hacienda y gobernador del Estado de México. El padre de Vicente fue liberal moderado y elegido por el emperador Maximiliano para abogar por él, al ser derrocado el último sito imperialista.[6]

Estudió en el Colegio de San Gregorio, estudió derecho y fue constituyente en 1857.[7] Su carrera militar inició en la intervención francesa en 1863 y fue gobernador del Estado de México. Participó en la resistencia hacia el imperio, al morir el general Arteaga fue comisionado como jefe del Ejército del Centro. Estuvo bajo las órdenes del general Mariano Escobedo en Querétaro para eliminar el último reducto imperialista en Querétaro. [8]

Durante la República Restaurada, nuestro autor regresó a la ciudad de México, se desarrolló como literato e historiador. Ocupó los cargos de: magistrado en la Suprema Corte de Justicia, secretario de Fomento y diplomático en Madrid.

Ortiz considera que Vicente Riva Palacio era “un liberal radical o puro”[9], esto lo justifica con el polémico discurso sobre la muerte de Leandro Valle, oración fúnebre recitada en el sepelio.

Cuando considero, señores, el cadáver de Leandro pendiente a un árbol, como el de un facineroso, despojado de sus vestidos, y expuesto a la burla de una soldadesca desenfrenada; cuando recuerdo ese cadáver cubierto de sangre, con el cráneo despedazado, el cerebro hueco, la boca sangrienta y los ojos entreabiertos, pero sin brillo ni luz, con los brazos en la horrible posición en la que fue suspendido, entonces la sangre se agolpa a mi corazón, mis nervios se estremecen, se me eriza el cabello, se me embarga la voz y siento que de mi pecho, se escapa un rugido de venganza y maldición; señores el que no sienta hervir la sangre en sus venas, cuando hiera su imaginación esta terrible idea, ese no es mexicano.[10]

Entre sus obras destacan: Calvario y Tabor, Monja y casada, virgen y mártir, Martín Garatuza, La vuelta de los muertos y Las liras hermanas. Fundó el diario de sátira política y social, El Ahuizote. Fue el coordinador de México a través de los siglos, enciclopedia de historia nacional.

Juan Antonio Mateos, liberal mexicano, nació en 1831 y falleció en el siglo XX, 1913. “Su nombre, como literato, es conocido en toda la República, y apénas habrá un rincón en nuestro país en que no haya penetrado alguna de sus obras”[11], escribía teatro, pero se le critica su poco estudio y por tanto su estancamiento intelectual. Escribió novela histórica, entre sus obras: El Sol de Mayo, El Cerro de las Campanas y Caudillo y Los Insurgentes. En El Libro Rojo, destacan su texto sobre “Santos Degollado” y “Los Mártires de Tacubaya”.

Ignacio Aguilar y Marocho nació en Morelia, en 1813. Asistió como alumno externo al Seminario Conciliar donde posteriormente impartiría las cátedras de Derecho Patrio y Derecho Canónico. En San Luis Potosí obtuvo sus primeros cargos burocráticos como Asesor propietario del Tribunal Mercantil, secretario de Gobernación y asesor general del Estado.

Después de la intervención estadounidense ocupó el puesto de Oficial Mayor de la Secretaría del Tribunal Pleno y Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia. Fue llamando en el último periodo presidencial de Santa Anna, se dejó bajo su responsabilidad la cartera de Gobernación. [12]

Fue hecho prisionero, se le consideró culpable por la participación en las agencias en Europa que dieron por resultado la intervención francesa, fue enviado a la prisión de Granaditas en Guanajuato. Estaba a favor de un régimen monárquico así que participó en la Junta de Notables, defendiendo el gobierno de Maximiliano. [13]

Una de las características de los conservadores era la defensa de la fe cristiana, así como se muestra en la siguiente cita, contemporánea a nuestro escritor: “Aguilar pertenece de derecho por su carácter, á los cristianos del cuarto siglo de la Iglesia, estudiándolo bien, se comprende que debe de llevar el espíritu de uno de aquellos terribles contendientes de las luchas teológicas bajo los reinados de Constantino y de Constancio” [14] Ignacio fue fundador de la Sociedad Católica y uno de los escritores del periódico religioso La Voz de México. Murió en 1884.

Los cuatro autores decimonónicos participaron en la vida política de México, pero sus obras tiene diez años de diferencia en cuanto a la divulgación. La primera obra publicada fue La Familia Enferma, en 1860 y El Libro Rojo en 1870. Los títulos son polémicos, llaman a la especulación, en el primero se manifiesta crítica y en el segundo una apoteosis, pero en ambos se recrea un escenario teatral.

La obra de Ignacio Aguilar y Marocho es una crítica al sistema de ideas y acciones de los políticos liberales mexicanos, quienes forman una familia, en este caso, enferma porque carecen de bienestar moral, religioso y de respeto a la propiedad privada. El autor es considerado por Victoriano Agüeros como “uno de los miembros del partido conservador, en quien más se han enconado los odios de las facciones liberales”[15], por tanto no debe sorprendernos el calificativo brindado al grupo político liberal; Aguilar y Marocho expone las principales características y acciones que los describen:

Proclama de Degollado en que anuncia la buena nueva de que el clero no tiene riquezas, porque se las ha robado la familia enferma; de que no hay frailes ni monjas porque les ha dado libertad la familia enferma; de que ya no hay hijos legítimos porque en lugar de matrimonios ha decretado amancebamientos la familia enferma; de que ya no necesitan los sacramentos, porque basta para irse al cielo la absolución de la familia enferma […].[16]

La portada original de la obra de Don Ignacio, señala:

Primer Calendario
de
La Familia Enferma
Para el Año Bisiesto
de
1860
Contiene el Diario de la Enfermedad y las Recetas propinadas

Con “Diario de la Enfermedad” se refiere a una serie de acciones en el que se describen las tropelías de las huestes liberales y con “Recetas propinadas” a la legislación divulgada durante las campañas o los dictámenes de 1859, llamadas Leyes de Reforma.

“Hazañas gloriosas que deben tenerse presentes para la Historia de Ayutla”, es un capítulo de la obra cuyo título tiene un matiz irónico, característica literaria que está presente durante la obra del conservador. En ese apartado se expone el “Diario de la Enfermedad y las Recetas propinadas”.

El texto de 1860 contiene una narración satírica titulada “El ingenioso empleado Don Quijote de la Garra” Refiriéndose con el personaje de Don Quijote al general José Santos Degollado quien participó en defensa del gobierno Juarista durante la Guerra de Reforma y Sancho Panza, Epitacio Huerta, quien se pronuncio en 1854 por el Plan de Ayutla.

El Libro Rojo fue publicado en 1870. Está conformado por relatos en que se ilustra la vida política y social de México, desde la Conquista hasta el Segundo Imperio. Escribieron y coordinaron Manuel Payno y Vicente Riva Palacio. Juan A. Mateos, quien también apoyó la Revolución de Ayutla, redactó los capítulos referentes a: Leandro Valle, Santos Degollado, Nicolás Romero y Los Mártires de Tacubaya. Por otro lado, el defensor de Maximiliano, Rafael Martínez de la Torre escribió el artículo dedicado al emperador, parte final del libro.

En el prólogo realizado por Carlos Montemayor en 1986, explica que la historia de México está marcada por el papel que desempeña el pueblo, grupo vulnerable y víctima de los conquistadores, Iglesia y Corona española, después por los conservadores, por estas razones se llama Libro Rojo.

[…] libro de la muerte en México. El libro de la sangre que ha enrojecido la tierra, las plazas, los ríos, las piedras de México. […] Por la sangre, la traición, el crepúsculo de la vida de sometidos, de esclavos, de víctimas, enrojece; corre sangre de enrojeciendo sus páginas, sangre que lo hace un cárdeno grito de vencidos o torturados.[17]

La interpretación de Montemayor pertenece al ideario cultural del siglo XX, en el cual el color rojo puede significar sangre. Los autores en una justificación señalan que el El Libro Rojo es “donde hemos consignado el funesto fin de hombres célebres y distinguidos en las edades de nuestra historia”,[18] por tanto, también brindan un tinte de sacralidad y sufrimiento en la narración. .

La obra consta de treinta y tres artículos, tiene carga emotiva y se tiene como objetivo realizar una apoteosis. Se lleva a un plano divino a quienes han resistido las injusticias y han luchado por el bien de la nación y deben ser considerados héroes.

Nuestro análisis sólo confrontará lo referente a la Guerra de Reforma, la batalla ganada por los conservadores en Tacubaya, el general liberal José Santos Degollado, finalmente las ideas conservadoras y liberales sobre la Iglesia Católica, como preceptos religiosos e institución.

III. Batalla y mártires de Tacubaya.

La importancia en el análisis de ésta Batalla radica en la poca información contenida en La Familia Enferma y la denuncia social por parte de los liberales hacia el ataque conservador, el cual concluyó con el asesinato de médicos que atendían heridos, a quienes se les brinda una apoteosis y son elevados al grado espiritual de mártires.

La Batalla de Tacubaya se llevó a cabo el 11 de abril de 1959, fue un encontronazo durante la Guerra de Reforma (1858 – 1861). En El Libro Rojo se expone lo sucedido en los capítulos “Santos Degollado” y “Los mártires de Tacubaya”. En La Familia Enferma, la información citada en pocos renglones puede ser encontrada en el apartado de: “Hazañas gloriosas que deben tenerse en cuenta para la Historia de Ayutla”.

Aguilar y Marocho señala: “Derrota de Degollado en Tacubaya- Sus chusmas al huir van robando los pueblos por donde pasan.”[19] Es explícito que el autor conservador sólo hace una referencia a la lucha ganada, pero pasa sin pena ni gloria, no hay loas a los generales victoriosos. Se acusa al general progresista de realizar tropelías como una reacción por la pérdida de la batalla, así que esas líneas pueden ser una apología implícita, acciones significativas que manifiestan un mayor daño liberal.

Contrario a lo anterior, en el texto de Juan Antonio Mateos no sólo hay una referencia, sino una descripción de lo acontecido, poniendo en jaque la limpia imagen del grupo conservador. Explica el ataque del general Miguel Miramón, quien había regresado del fallido intento de atacar Veracruz, así que lleno de ira, señala Mateos, “¡El genio del mal, el demonio del exterminio y del asesinato, cayó sobre aquella población!”[20] buscaba venganza y se dirigió a Tacubaya.

Los mártires de Tacubaya los médicos que se dice atendían a progresistas y reaccionarios, quienes a pesar del arduo enfrentamiento no quisieron huir, lo acontecido fue lo siguiente: “La soldadesca llega hasta la cama de los heridos, arranca a los médicos y a los estudiantes de las cabeceras de los pacientes, y un momento después caen acribillados de balas”[21] Ésta es la escena que lleva a adeptos liberales a la escena del martirio, heroicidad y la sed de lucha ante las agresiones del ejército de los general Miguel Miramón.

Se anticipaban al recuerdo de dicha suceso, por tanto esto demuestra su consciencia histórica: 11 de abril de 1859 “fecha siniestramente memorable para la República”[22].

Dentro de un ejercicio interpretativo, se puede concluir que la nula mención de las acciones bélicas del ejército conservador pueden representarnos una apología implícita, justificándose ante la magnitud de los motines liberales de los que se informa en La Familia Enferma. En cuanto a los médicos asesinados es necesario confrontar con otras fuentes y así poder discernir en la ideología conservadora sobre una base de doble moral o exaltar el profesionalismo de los médicos.

IV. Construcción de la imagen del general José Santos Degollado.

Como parte de nuestro análisis deconstructivo uno de los puntos de confrontación son los comentarios hacia las acciones o decretos del general José Santos Degollado. Para los liberales es un héroe, a pesar de su bajo desempeño como estratega, fue defensor del pensamiento reformista que buscaba nuevas leyes sociales.

Hay una palabra que asume el destino entero de una época, ya se opere en la religión, en la política o en la filosofía, se llama Reforma. […] Cuando esa idea grandiosa encarna en un hombre, hace de él un mártir, a veces un héroe.[23]

El párrafo citado es una muestra de las ideas de Juan A. Mateos sobre Santos Degollado. Menciona que el ejército liberal estaba bajo el mando de “Moisés de la revolución progresista”[24], con este adjetivo podemos interpretar que el autor pretendía llevar al general a un nivel religioso, paladín de un pueblo vulnerable. Esto correspondería a una relación de significantes, una metonimia, en la cual Moisés puede ser sustituido por dirigente o líder.

Como ya se explicó en el apartado anterior sobre la Batalla de Tacubaya los liberales fueron vencidos, por tanto la característica que les brindaba el grupo conservador era de perdedores y les proferían burlas. El 4 de abril de 1959, Aguilar y Marocho señala que Melchor “Ocampo tributa veneración a Degollado por sus derrotas”[25], este fragmento puede estar dentro de un juego satírico y la producción de una agraviada imagen del general liberal, por tanto un medio propagandístico del grupo político.

En El Libro Rojo se escribe sobre las huestes dirigidas por Santos Degollado: “Aquel ejército, impulsado por el aliento sobrehumano del patriotismo, recorrió los campos escarbados de la república en una sucesión de vuelos y de batallas que registran las páginas más terribles de nuestra historia”[26], nuestro autor conservador estaría de acuerdo de que las grandes hazañas del general formaron “las escenas más temibles” del México decimonónico, pero señala: “Aunque tenemos aquí el registro y la fe de las sentencias de casa uno de estos malaventurados, no es tiempo de detenernos a sacarlas ni leerlas”[27], esto lo escribe en el apartado de Don Quijote de la Garra, pero sabemos que hay un listado de todas las tropelías en “Las Hazañas Gloriosas…”.

Si leemos los crímenes que dice Ignacio, cometieron los liberales podemos reflexionar si el texto de Mateos es un trabajo de ennoblecimiento de la figura del general. El autor liberal le brinda un alto perfil de liderazgo: “Pero el pueblo formó valla a su paso, respondió a su voz que le llamaba al combate, y le aclamó el campeón de sus libertades.”[28] Era José, la imagen que ponía en alto la lucha reformista, también era el hombre de los agravios sociales y religiosos, uno de los principales miembros de la Familia Enferma.

Para Aguilar y Marocho quienes seguían a Santos Degollado eran de un nivel bajo de educación y moral, atentaban hacia la propiedad privada, los llamó “chusmas”. Cito una descripción sobre el grupo popular y político dirigido por el general: “Se publica la circular de Degollado, en que confiesa que sus chusmas son esencialmente malas, que roban por todas partes, porque no hay quien les dé nada, y que si no ocurren por recursos a los yankees no podrán combatir la reacción”[29] Es lógico pensar que de ésta forma el general no se refería a su partidarios, los liberales no tenían dinero para solventar la lucha, y tenían que recurrir a Estados Unidos que estaba en Guerra Civil, y para muestra un botón, el tratado no ratificado Mc Lane – Ocampo.

En “El ingenidoso empleado Don Quijote de la Garra” Ignacio Aguilar y Marocho hace una descripción sobre las fechorías de José Santos, señala que uno de los textos leídos por el general era ¿Qué es la propiedad? (1840), por Pierre Joseph Proudhon. La obra es una disertación sobre la propiedad la cual debe ser trabajada para considerarse legítima.

“En una calle de Morelia, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un empleado de exigua estatura, ojos hundidos y cara de contrición. […] se daba a leer libros […] de todos ninguno le parecía de más grato solaz e instrucción como los que compuso Proudhon, y aquellas desconcertadas razones suyas le parecían de perlas, principalmente cuando se encontraba con las altisonantes de la “propiedad es el robo, Dios es el mal, los bienes de la tierra a todos nos pertenecen” […] alababa la feliz invención de hacerse rico sin trabajar […].[30]

Las descripciones sobre José Santos Degollado fue un juego de diferencias, de contra discursos para desacreditar cada grupo político. Ambos autores brindaron a un hombre la representación de los ideales liberales. Juan A. Mateos realizó una apología y apoteosis, José, como representante fiel de las demandas progresistas. Ignacio Aguilar lo muestra como un delincuente que no respeta a la Iglesia ni la propiedad privada, también como un pésimo estratega militar.

V. Religión: Fe e Institución. Perspectivas liberales y conservadoras.

El tema religioso forma parte de la problemática política y social del México deciminónico. La crítica hacia de los fueros eclesiásticos, la ley de desamortización, así como la separación en cuestiones legales Iglesia – Estado marcaron las coyunturas de las relaciones internas y diplomáticas entre el gobierno y los representantes religiosos de alto rango, y muchas veces con el pueblo que defendía sus creencias, luchaban por la salvación de su alma.

Leyes como desamortización de bienes, obvenciones y la creación del Registro Civil pueden interpretarse como tintes de nulo respeto a la religión, tal vez como apostasía o ateísmo, simplemente es un sentido antirreligioso. El objetivo de este tópico es conocer las perspectivas de ambos bandos políticos sobre la fe religiosa y el clero.

En la siguiente cita, Aguilar y Marocho expone una acción antirreligiosa del liberal Melchor: “Declara Ocampo que ya no es patrona de México la Santísima Virgen de Guadalupe, cuya aparición niega en virtud de sus facultades” [31] No hay una explicación o argumentos planteados por Ocampo, al igual que la verosimilitud de la acción se pone en entredicho, pero el código de ideas de Melchor sorprendía hasta en el círculo liberal, Payno explica: “Tenía un sistema de filosofía peculiar que no pertenecía realmente a ninguna de las escuelas antiguas o modernas”[32].

En El Libro Rojo se presume que Santos Degollado era un fiel católico, buscaba protección con rezos antes de las luchas armadas, “Aquel hombre extraordinario tenía un consuelo, la religión; era como Morelos, se persignaba y decía oraciones momentos antes de la batalla”[33], pero al no estar a favor de la desaparición del poder civil ante la élite canónica: “La iglesia le cerró sus puertas como un relapso; entonó los salmos penitenciales al condenado, lo excomulgó una vez, diciéndole anatemas y borrándole de los registros católicos.”[34]

Con lo referido sobre el comportamiento de Santos Degollado y de la Iglesia, podemos interpretar que los liberales no estaban en contra de la fe religiosa, sino la injerencia institucional sobre la población mayor que la administración gubernamental. Forma parte de este discurso la preservación de los derechos civiles, por tanto el creyente Santos Degollado no era un pecador, sino un mártir que luchaba por el reconocimiento del poder social en un plano jurídico.

¡Descansa en paz, sublime mártir de la libertad republicana! ¡Los pendones enlutados de la patria sombrearán tu sepulcro en son de duelo, y el libro de la historia guardará tu nombre en esa página reservado a los mártires y a los héroes![35]

La siguiente cita es parte de la justificación religiosa por la que surge la idea de la Reforma:

Avasallada la sociedad por el sentimiento religioso, subyugada por el fanatismo y ultrajada por una soldadesca inmoral y desenfrenada, sintió la necesidad de sacudimiento; la prolongación del letargo podía llegar hasta la muerte.

Para los conservadores los seres inmorales y desenfrenados eran los liberales, la “chusma” soldadesca bajo el mando de Santos Degollado, Leandro Valle, González Ortega y Arteaga, era sinónimo de crímenes, asesinatos, violación de propiedad privada, acciones e ideas heréticas, como la legislación de Reforma. El siguiente suceso narrado por Aguilar y Marocho, demanda que:

Se publica en Zacatecas la ley de exclaustración, y a las diez de la noche va González Ortega con trescientos hombres y cuatro piezas de artillería a intimar a los religiosos del Colegio Apostólico que salgan de su casa. El pueblo conmovido, manifestó algún desagrado, y el asesino Ortega mandó hacer fuego, de que resultaron doce personas muertas […]: todo por el delito de haber lamentado la separación de los religiosos. […] El convento quedó abierto y entregado a la rapacidad de los progresistas […] El gobernador da al pueblo una corrida de toros, haciendo que estos animales lleven los nombres de los Sumos Pontífices, acompañados de los adjetivos más inmundos, y en la hora de la corrida el gobernador pronuncia un discurso impío y blasfemo, en que niega hasta la existencia de Dios.[36]

La apología liberal en cuanto al tema religioso consiste en elevar al grado de mártir a los luchadores sociales, como el general Santos Degollado. Es preciso la justificación del movimiento de Reforma, argumentan que el fin es respetar la igualdad social y eliminar los fueron eclesiásticos, para así gobernar con relación al derecho civil. Así en su imaginario podrían ser exentos del pecado y ser considerados máximos defensores del pueblo.

Los conservadores tenían como medio propagandístico con el pueblo la defensa religiosa, así que mostrando a los liberales como entes sacrílegos ganarían partidarios. A la par de estos argumentos pueden ser confrontados los textos o recurrir a otras fuentes.

VI. Conclusiones

Con el análisis no se estableció una verdad, se pude dilucidar sobre las líneas discursivas de cada bando político, en este caso liberales y conservadores en la segunda mitad del siglo XIX. De esta forma somos partícipes del código ideológico partidista. Cada obra legitima o enjuicia las acciones de un grupo, llevándolas a un escenario maniqueo, de drama, apoteosis o apología. Al tener estas características en los textos es difícil establecer una verdad histórica sin la ayuda de más recursos.

Es poca la información biográfica sobre Ignacio Aguilar y Marocho, así como análisis historiográficos sobre su obra. La Familia Enferma fue por última vez publicada por Editorial Jus, en 1969, señalan que el libro ya no será reimpreso. Por otro lado, El Libro Rojo es una obra muy estudiada, así como sus autores que representan el siglo XIX mexicano, tanto en literatura como en política. Bajo esta escases de fuentes para el estudio del texto conservador del podemos discurrir que la historia es de los victoriosos.

La estructura discurso y contra discurso fue organizada de forma diacrónica, el discurso era La Familia Enferma, publicada una década antes que El Libro Rojo. El juego interpretativo partió de la consideración paradigmática de las obras y así poder reconocer la propuesta política y moral de liberales y conservadores.

La metodología aplicada dio como resultado un análisis parcial, no general. Bajo tarea interpretativa se eligieron los textos para ser confrontados y los datos significativos que conformaron los discursos. El análisis es un juego de diferencias, pero no es directo porque tal vez los autores de El Libro Rojo no estaban conscientes de contradecir exactamente a La Familia Enferma. El juego fue creado.

Para poder llegar a una verdad histórica es necesario acudir a otras fuentes documentales o bibliográficas y así poder reconstruir los hechos, pero las ideas de cada grupo si pueden ser extraídas de ambos textos.

VII. Bibliografía.

· Aguilar y Marocho, Ignacio, La Familia Enferma, México, Jus, 1969.

· Glantz, Margo, Et. Al., Del Fistol a la Linterna, México, UNAM, 1997.

· Ortiz Monasterio Prieto, José Alejandro, La obra historiográfica de Vicente Riva Palacio, Tesis para obtener el grado de Doctor en Historia, UIA, 1999.

· Payno Manuel y Riva Palacio, Vicente, El Libro Rojo, México, 2ª reimpresión, 2006.

· Perreti della Rocca, Cristina de, Jacques Derrida: Texto y Deconstrucción, Barcelona, Anthropos, 1989.

· Riva Palacio, Vicente, Los Ceros, Galería de Contemporáneos, México, CONACULTA, 2ª edición, 1996.



[1] Cristina de Perreti della Rocca, Jacques Derrida: Texto y Deconstrucción, Barcelona, Anthropos, 1989, p., 143.

[2]Margo Glantz, Et. Al., Del Fistol a la Linterna, México, UNAM, 1997. p., 125.

[3] Manuel Payno y Riva Palacio, Vicente, El Libro Rojo, México, 2ª reimpresión, 2006, p., 9.

[4] Glantz, Et. Al., Óp. Cit., p., 140.

[5] Payno y Riva Palacio, Óp. Cit., p., 10.

[6] José Alejandro Ortiz Monasterio Prieto, La obra historiográfica de Vicente Riva Palacio, Tesis para obtener el grado de Doctor en Historia, UIA, 1999, p., 80.

[7] Ibíd., p., 83.

[8] Payno y Riva Palacio, Óp. Cit., p., 11.

[9] Ortiz Monasterio Prieto, Óp. Cit., p., 84.

[10] Loc. Cit.

[11] Vicente Riva Palacio, Los Ceros, Galería de Contemporáneos, México, CONACULTA, 2ª edición, 1996, p., 223.

[12] Ignacio Aguilar y Marocho, La Familia Enferma, México, Jus, 1969, p., 11.

[13] Ibíd. p., I.

[14] Riva Palacio, Óp. Cit., p., 110.

[15] Aguilar y Marocho, Óp. Cit., p., XVII.

[16] Ibíd., p., 107.

[17] Payno y Riva Palacio, Óp. Cit., p., 9.

[18] Ibíd. p., 410.

[19] Aguilar y Marocho, Óp. Cit., p., 82.

[20] Payno y Riva Palacio, Óp. Cit., p., 402.

[21] Ibíd., p., 403.

[22] Ibíd., p., 401.

[23] Payno y Riva Palacio, Óp. Cit., p., 392.

[24] Ibíd., p., 394.

[25] Aguilar y Marocho, Óp. Cit., p., 101.

[26] Payno y Riva Palacio, Óp. Cit., p., 395.

[27] Aguilar y Marocho, Óp. Cit., p., 90.

[28] Payno y Riva Palacio, Óp. Cit., p., 394.

[29] Aguilar y Marocho, Óp. Cit., p., 102.

[30] Ibíd., p., 3.

[31] Ibíd., p., 118.

[32] Payno y Riva Palacio, Óp. Cit., p. 379.

[33] Ibíd., p., 396.

[34] Ibíd., p., 394.

[35] Ibíd., p., 399.

[36] Aguilar y Marocho, Óp. Cit., p., 112-113.